Una de las grandes controversias en torno a las vacunas contra la COVID es si se deben o no liberar de patentes. Lo cierto es que este asunto no está libre de debate. Por una parte, hay derechos y argumentos que respaldan mantener la exclusividad. Por otro lado, hay razones para asegurar que la mejor idea es compartir todos los datos y permitir que cada país las fabrique libremente. Pero, como ocurre en cualquier juicio, lo más conveniente es conocer lo que alegan las dos partes, así es más fácil entender si las farmacéuticas debieran ofrecer al mundo una vacuna libre de patentes contra la COVID o no. 

¿Por qué ofrecer al mundo una vacuna libre de patentes?

Si las farmacéuticas ofrecen al mundo una vacuna libre de patentes contra la COVID, cada país puede elaborar libremente la suya utilizando la misma formulación. Esto puede parecer una solución para que países que no tienen la misma capacidad para investigar o no han logrado crearla tengan la oportunidad de elaborarla y distribuirla a su población. 

Sin duda, a largo plazo, la idea de liberar de patentes las vacunas es una buena solución para que todos tengan a su alcance las mismas posibilidades. Pero este asunto no está exento de polémica, dado que no es tan sencillo como parece. ¿Por qué?

¿Qué obstáculos presenta liberar de patentes las vacunas?

Más allá del debate moral que representa que un laboratorio no comparta la fórmula de su vacuna, hay otros factores que se deben tener en cuenta. El asunto es más complejo de lo que puede parecer a primera vista, por todo lo que conlleva que otros laboratorios la fabriquen. 

Lo primero que hay que considerar es que cada laboratorio ha gastado muchos recursos en investigación para alcanzar la fórmula exacta y conseguir una vacuna efectiva. La patente le permite obtener los beneficios suficientes para sufragar los gastos y continuar investigando. ¿Cómo se cubriría lo invertido y qué posibilidad habría de que siguiesen investigando si no obtienen ganancias?

Pero el asunto de la patente va más allá. La elaboración de una vacuna no es la simple mezcla de compuestos. Hay que hacerlas en condiciones especiales, lo que conlleva la especialización del personal que las maneja. Después, hay que almacenarlas correctamente y disponer de transportes especiales para garantizar su efectividad. Por último, hacen falta envases, viales, jeringas… Por tanto, surge la pregunta de si es suficiente con compartir la vacuna o es más conveniente poner un precio justo para que sigan elaborándose y distribuyéndose desde los países de origen. 

Algo más en lo que hay que pensar antes de compartir una patente de vacuna es que cada una lleva unos ingredientes específicos. Tomemos como ejemplo la vacuna de Pfizer. Para cada una de sus vacunas requiere la utilización de 280 ingredientes y materiales. Para adquirirlos todos es necesaria la importación a 19 diferentes países. ¿Es posible para otros países asumir la inversión que esto conlleva?

El asunto no es si la vacuna ha de ser accesible a todo el mundo. Este asunto es indiscutible. Pero la pregunta de si deberían las farmacéuticas ofrecer al mundo una vacuna libre de patentes contra la COVID es un asunto más complejo. 

 

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